miércoles, 30 de octubre de 2013

FEA

No me agrado a mí misma. Para nada.
Soy narigona, menuda, sin cuerpo, con granos, pelo horrible, ojos achinados.
Ni una pegué.
Y es muy difícil ser así en el ambiente que me muevo. A cada lugar que voy veo a los que me rodean, y son todas personas hermosas. Tanto hombres como mujeres. Y todos mejores que yo, en lo que se propongan.
Es tanta mi frustración al salir de casa. Toque lo que me toque nunca puedo verme bien. Siempre hay algo que me afea.
Yo no sé, es irreversible esta situación, no fui favorecida estéticamente. Tengo que valerme con tintura, maquillaje y ropas vistosas, y así me manejo; pero me duele mucho saber que si algún día alguien me pide que me muestre al natural, no lo voy a poder hacer.

domingo, 13 de octubre de 2013

Limitaciones

Estoy limitada. Por mí misma.
Ya planeé todo en mi cabeza. Cómo relajarme con la facultad, cómo empezar a mandarme con la danza, cómo y dónde laburar para bancarme yo sola. Hasta ya sé en qué momento lo voy a ver a mi novio.
Tengo el plan hecho, pero no me animo a ejecutarlo.
El horno no está para bollos en esta casa.
Límites.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Ayuda

Se preguntarán porque hace tanto no escribo acá. Porqué dejé tan inconclusa la historia de amor de Miguel. Porqué ya no tengo escritos copados. O porqué ya no estoy feliz.
No estoy feliz porque hace tres semanas mi vida dio un vuelco inesperado. Una situación muy turbia surgió en mi casa, situación de la cual no voy a detalles. Pero, en fin, es algo que traerá muchas consecuencias a futuro. Fue algo que me obligó a crecer de golpe. A mirar la vida de otra manera.
La verdad, ya no tengo ganas de nada. Me había entusiasmado con mi carrera, y enseguida perdí ese gusto. Tenía planes de crecer en mi danza, y los tiré a todos al tacho. Quise empezar un nuevo hobby, pero ni eso.
Si le preguntan a la yo de hace dos meses sobre si se veía venir algo así, les diría que no. Que jamás concebiría en la mente una situación así. Cómo la decepcioné.
Sé que lo peor que puedo hacer en un momento así es bajonearme, pero no me sale otra cosa. Trato de ponerle buena cara a todo, pero ya no sé cómo. Ya no tengo ganas de hacer nada, trato de colaborar, pero me siento tan sola. Siento que nadie comprender mi situación. Aunque me equivoco, mucha gente en el mundo debe estar como yo, o peor; y me gustaría poder hablar con esa gente, ver cómo siguen adelante.
La única manera de solucionar esto es tener fe. Yo la tengo, pero me gustaría que alguien en mi casa me ayude a sostenerla, porque a veces tengo la sensación de que mis hermanos no ven bien lo que está pasando, o no lo interpretan. 
Tal vez sea una exagerada, porque en verdad la situación hoy por hoy no está tan mal, pero a mi cabeza le gusta hacer películas, muy dramáticas. Y esas películas mentales son las que me están haciendo mierda de a poco. Las que no me dejan dormir ni estar tranquila. 
Pero yo sé que todo va a estar bien. Repito, tengo fe. Solo necesito que alguien me ayude a mantenerla. Un abrazo.

jueves, 18 de abril de 2013

"El Origen del Amor", Capítulo III: Yukiko

Si bien terminar con Georgia fue algo difícil, no afectó mucho mis ánimos. A la semana ya estaba volviendo a la rutina de conocer, besar y olvidar. Era todo tan fácil para mí. Tenía tácticas infalibles para que las chicas cayeran a mis pies. Nunca nada salía mal. Pero, como siempre en la vida, una vez que fallé.
Esa vez fue en una fiesta organizada por los chicos del último año. Fuimos con los mellizos Thomas y Emilia, Selena y Pablo. La fiesta era para mayores, pero Emilia salía con alguno de los organizadores, y eso nos ayudó a pasar sin problemas. A Tom no le agradaba para nada la situación: Era muy celoso de su hermana y se ponía fastidioso y violento cada que la veía con alguien. Dentro de un par de capítulos contaré cómo sufrí las consecuencias de esto.
 El lugar estaba muy lleno de gente. Música fuerte, tragos variados, buenos amigos. La noche perfecta.
 Lo primero que hicimos al entrar fue ver a Emilia alejarse con el muchacho con el que salía.
- Dios, es tan puta... -Se quejó Thomas. Pero no oí lo que dijo después porque Pablo ya me había arrastrado al centro de la fiesta.
- No tengo ganas de escucharlo, que se lo fume Selena. Vení, recién pasaron dos rubias, se fueron para allá.-


Salimos en busca de las rubias que había visto mi hermano, que hasta el día de hoy sigo creyendo que se las imaginó. Mientras recorríamos la pista paramos en la barra a comprar unos tragos. Y la vi.

Pálida, cabello negro y largo por la cintura, labios rojos y ojos negros en forma de almendra. Una belleza oriental, envuelta en un vestido rosa de seda, sentada en un taburete sola. Tenía que ser mía.
Compré dos Sex on the Beach y me acerqué a ella sin siquiera avisarle a mi hermano.
- No entiendo mucho de moda, pero creí que esto tal vez te combinaría con ese vestido. -Mentía, ya sabía que eso combinaba. No había nadie con más estilo que yo en esa fiesta. Ni en el mundo. O eso creía- Hola, soy Miguel, y creo que sos la chica más linda en esta sala.
 Agarró el vaso con su mano izquierda, pero no tomó de él.
- Hola, me chamo Yukiko -Me dijo.- Y cho... emm... no me caes bien-
Su marcado acento delataba su origen oriental.
- Ah, ¿no?... ¿Y porqué es eso?
- No sé, no paleces bueno - Me dio la sensación de que no entendía el español muy bien. Aún así, sonaba muy segura de lo que decía.
- Está mal prejuzgar, ¿sabías? - Me encantaba que sea así de fría, de indiferente.Todavía ni me había dirigido la mirada- Me podés mirar, eh. No te voy a morder si no querés.
 Mi simple y tonta insinuación hizo que se molestara y levantara. Mientras se alejaba me di cuenta que me encontraba ante mi primer fracaso. Una mujer extranjera, sola, presa fácil; me  había rechazado sin pensárselo dos veces. Siempre supe que llegaría el día que alguien lo haga, pero también creí que ese día iba a ser distinto...
 Creía que el día del primer fracaso iba a ser algo muy doloroso, y difícil de sobrellevar para mi enorme ego. Pero cuando vi a Yukiko, y su cola perfecta, alejarse sin mí, me sentí sorprendentemente bien. Demasiado bien, diría. Disfrutaba esa nueva y extraña sensación del rechazo, de no verme relacionado con nadie en lo más mínimo. No digo que ahora me guste ser rechazado, pero estaba bueno cada tanto.
 Cuando ya la había perdido salí en busca de mi hermano, quien seguía tratando de encontrar a las rubias imaginarias.
- Yo las vi, te juro. Estaban buenísimas, no pudieron haberse ido.
- Ya fue, Pablo, vamos a buscar a los chicos. Tengo ganas de bailar.
- ¿Y ahora qué te pasa?
- Nada, tuve un revelación. Pero estamos de fiesta, otro día filosofamos.

Esa noche no estuve con nadie, y fue una de las mejores noches de ese año. Tampoco volví a cruzarme con Yukiko jamás, pero la recuerdo con cariño aún así. No había cumplido 16 aún, tendría toda una vida para protestar por el rechazo de una chica linda.

domingo, 17 de marzo de 2013

"El origen del amor" Capítulo II: Georgia

 Todos creían que su nombre era Georgina, y así la llamaban. Pero yo sabía bien que no, que su nombre era Georgia Bianco, lo que era un tanto irónico, porque su piel era oscura como el café.
 La conocía del colegio, iba a mi clase y era bastante tímida. No solíamos hablar, ella se sentaba muy cerca del pizarrón y yo bien al fondo, con mi hermana, mi hermano y unos amigos. Tampoco teníamos los mismos intereses. Ni los mismos amigos. Ni nada en común. Eramos invisibles el uno al otro, totalmente.
 Pero el destino quiso que nos cruzaramos...

 Todo empezó en la época en la que yo iniciaba mi primer trabajito: dar clases clases de apoyo de idiomas - tenía 15 años y necesitaba un par de monedas para comprarme otra guitarra -. Una mañana recibí el llamado de quien sería mi primer alumna. Y mi primer "amor".
Me dijo que tenía problemas con el inglés y que quería empezar esa misma tarde porque en la semana tenía examen. Le di mi dirección, acordamos una hora y la esperé.
Cuando sonó el timbre y abrí la puerta, me sorprendí al ver una cara conocida; y me pregunté a mi mismo porqué nunca antes le había prestado atención: Era hermosa.
- Ey, ¿Nos conocemos? - Pregunté.
- Soy Georgia, vamos juntos al colegio. - Me respondió tímidamente. Tenía una voz muy dulce- Pero creo que no nos hablamos mucho.-
- Hasta hoy -Pensé. Y no sé si no lo dije en voz alta.
No tardé en sacar mi material de galán de la galera. Combinaba absurdas explicaciones sobre gramática con fragmentos de charla casual. Y alguna que otra insinuación. Su piel era oscura, pero eso no evitó que notará cómo se ruborizaba. Para cuando terminó la tarde estábamos besándonos en el sillón de mi living.

 Georgia marcó un antes y después en mi vida amorosa. Yo estaba acostumbrado a tontear con chicas sólo por un rato, después las olvidaba. Y jamás había tenido problema por ello, ellas también parecian olvidarme. Pero Georgia fue distinta. No pude olvidarla de un día para otro, y creo que ella a mi tampoco. La veía en el colegio y quería hablarle, pero algo en mi cabeza me lo impedía; talvez mis principios de mujeriego, o talvez la vergüenza. Fuere lo que fuere, a ella no le pasaba igual.
 Esa semana tuvimos el exámen de inglés para el que yo la estaba preparando. Cuando salí del aula ella me estaba esperando en la puerta. Era tan extraño verla vestida de colegio y sin maquillar, pero aún así bella. Enserio, ¿cómo es que antes no le había prestado atención?
- ¡Estoy segura de haber aprobado! - Me contó, entusiasmada- ¿A vos cómo te fue?
- A mí, y a los que estaban sentados alrededor, seguro que bien. - No era un chico de buenas notas, pero en las materias que me iba bien, me gustaba ayudar al resto.- Igual, tampoco era muy difícil...
- No, pero igual fuiste de gran ayuda. Gracias
- Ah, sí... De nada. - Aquí hubo un silencio incómodo. Me vi obligado a romperlo- Bueno, emm... yo ya terminé por hoy. Si ves a mi hermana decile que ya me fui a casa.
- ¿Te vas a ir sólo? Yo te acompaño -Se ofreció. Y me miró tan dulcemente que creí que mi corazón se empalagaba
- ¿Segura? Mirá que es un poco lejos y te queda a trasmano y... -No quería ponerle más escusas. Quería que me acompañara y pasar tiempo con ella. Pero no podía ser tan directo, tan débil.
- No me molesta, en absoluto.
Nos tomamos de la mano y caminamos hasta mi casa.

Las semanas que siguieron a ese encuentro fueron maravillosas. Llegaba temprano al colegio para poder verla antes de la clase; abandoné el asiento del fondo junto a mi hermano Pablo para sentarme junto a ella; pasamos los recreos juntos; y, al final del día, nos íbamos juntos, cada cuál a su casa, pero juntos. Pero pronto algo comenzó a fallar.
 Ese algo surgió una tarde, cuando volvíamos del colegio. Todo era normal al principio: caminamos hasta la esquina donde ella tomaba su colectivo, como siempre; nos saludamos con un beso, como siempre; bromeó con mis rulos, como siempre. Pero, entonces, ella metió la pata...
- Dicen que los colorados son yeta - Dijo acariciando mis rulos. Era muy pelirrojo en esa época.
- Eso puede explicar varias cosas... - Me reí - Igual, pensaba en oscurecerlo
- ¡No! A mí me encanta así como esta. - Me prohibió. A lo lejos se veía como avanzaba un vehículo azul, enorme.- Ahí viene mi colectivo.
- Me voy yendo entonces. Está haciendo frío. Chau -Y le di un beso. Y ella pronunció las dos palabras que desvirtuaron nuestra relación
- Chau, mi amor.

MI AMOR. Esas dos palabras resonaron en mi cabeza durante horas. ¿Cuándo fue que nos enamoramos? ¿Estábamos enamorados? Un par de semanas antes no nos conocíamos, ¿y ahora eramos NOVIOS?
Los días que siguieron a ese momento traté de evitar a Georgia, pero me fue imposible. Ella insistía en caminar por los pasillos del colegio a mi lado, en decirme cosas lindas siempre que encontraba oportunidad, en hacerme regalos y en presentarme ante sus amigas como su "novio". Pero eso no era lo malo, lo malo era que yo lo disfrutaba. Me gustaba esa sensación de tener a alguien. Alguien para mí. Una chica que se preocupara por mi y le gustara estar conmigo. Que no se aburriera de mí. Y que me quisiera de la forma que Georgia me quería. Pero también tenía 15 años, me aterrorizaba la idea de compromiso, era un tarado.
Estaba una noche debatiendo mentalmente sobre esta situación cuando sucedió el evento que me ayudó a abrir los ojos.
Eran cerca de las 4am, viernes. En casa sólo faltaban Selena y Pablo, que habían ido a una fiesta. Yo iba a acompañarlos, pero preferí quedarme en casa a despejar mi cabeza. Y entonces sonó el timbre.
Bajé al living a abrir la puerta, sin saber que lo que vería tras ella iba a cambiar mi forma de pensar.
Eran mi hermano Pablo; y los mellizos Thomas y Emilia, nuestros mejores amigos del colegio; y entre los tres venían cargando a Selena, que estaba tan borracha que hoy en día seguimos bromeando sobre ello. Estaba casi inconciente, no podía caminar y estaba cubierta en vómito. Me reí a carcajadas.
- Podrías ayudar también - Me retó Pablo. Era dos años menor, pero mucho más maduro que yo. Tomé a Selena por los hombros y observé que tenía el cuello lleno de chupones.
- Parece que Tom se divirtió mucho hoy- Bromeé. Sabía que el chico le tenía ganas a mi hermana desde siempre.
- Uno es mío, pero los otros no sé de dónde salieron - Se río. Yo también, pero esperaba que sea una broma.
Dejamos a la borracha dormir en el sillón y fuimos a la cocina a que me pusieran al tanto de todo. Y ahí me di cuenta, mientras escuchaba las anécdotas de borrachos, de fiesta, de amigos. Ellos habían salido a pasarla bien, y yo me había quedado a pensar a en una chica. Sólo. Pensé en todo lo que me había perdido esas últimas semanas por estar atrás de una chica, y decidí que no me perdería más nada. Tener novia era una situación hermosa, pero ya habría tiempo para eso en el futuro. Tontear con mis amigos soanaba mucho mejor. Me sentí la peor persona del mundo pensando así, pero era la verdad.

Esa misma tarde me vi con Georgia y terminé con todo. No voy a detallar cómo, todavía lo recuerdo como uno de los momentos más feos de mi adolescencia. No volvimos a hablarnos después de esto. La veía en el colegio todos los días, pero habíamos vuelto a fingir que el otro no existía.
Pero otra vez el destino quiso que nos encontráramos; y Georgia es ahora la mejor amiga de la mujer con la que me caso en unas horas. Y nuestra drama de honor.

miércoles, 27 de febrero de 2013

"El origen del amor" Capítulo I: Miguel

 Haber tenido 77 novias en mis 23 años de vida es algo de lo que estoy poco orgulloso. Eso sin tener en cuenta que la primera la tuve a la prematura edad de 10 años. Pero, aunque algunas no, un par de ellas me enseñaron mucho sobre la vida, y sobre el amor. De eso trata este viaje.
 Mi nombre es Miguel Guerreños. Nací en Italia, pero me mudé a Buenos Aires cuando chico. En mi casa somos nueve hermanos, siendo yo el número siete. Fuimos huérfanos desde el nacimiento del noveno, Lucio, por lo que siempre consideré a mi hermana mayor, Nieves, como una suerte de madre. Y creo que no soy el único en la casa.
 Si hay que hablar de mujeres, nunca me quedó claro cuál parte de mí era la que las atraía más. Si mi pasión por la música y la pintura, mis sorprendentes habilidades culinarias o el hecho de que hablo siete idiomas. Tal vez tenga que ver con mi personalidad extrovertida y alegre, mi buen sentido del humor o mi simpatía. Quizás era mi forma de besar, o lo bueno que soy en la cama. También podía ser mi rostro de ojos azules, enmarcado en rulos negros, con una respingada, aunque larga, nariz. Y así, podría seguir enumerando para siempre.
 Mi relación con el sexo femenino siempre fue más física que romántica. De no haber sido así, jamás habría podido triplicar mi edad en número de parejas. Sólo me limitaba a acostarme con ellas, hacerles algún que otro regalo y terminar todo abruptamente, sin explicar nada. De hecho hay varias a las que solo he visto una vez.
 Y ahora, en la víspera de mi noche de bodas, me pongo a hacer memoria y llego a este gran número: 77. Setenta y siete novias, setenta y siete mujeres en mi vida. Y mi madre no está incluída. Es increíble que después de todas ellas yo este aquí, probándome el traje de novio y pensando cuál de mis tres hermanos varones haría un mejor padrino. O si esta es una buena oportunidad para aprender a anudar la corbata.
¿Que cómo llegué a todo esto? Con 77 mujeres y un corazón roto. Bueno, no todas ellas. Pero sí un par...


jueves, 14 de febrero de 2013

El caído del cielo.

Merlina es plateada. Es la última plateada en su planeta. Mientras deambula por los restos de su mundo trata de ordenar un poco, barrer el polvo, limpiar paredes.
Ahí es cuando lo ve.
Extraño. Jamás había visto algo similar. Por las dudas se esconde tras las ruinas de su civilización.
Lucio no sabe dónde está. El lugar no es nada parecido a como le dijeron que sería. No había nadie ni nada. Sólo polvo y sangre plateada. Y algo que se mueve tras aquellas ruinas...
Estuvo cerca. Merlina estuvo a punto de atacarlo, pero decidió perdonarle la vida como el destino lo hizo con ella. Y huye rápido
Lucio la busca por todos lados, necesitaba estar con la única vida existente en ese planeta. No quería estar sólo ahí. No si podía evitarlo.
Cuando la encontró, Merlina estaba en los restos de su antigua casa, limpiando, recostruyendo. Lucio necesitaba su confianza y se dispone a ayudarla. Así es como logran conocerse y hacerse cercanos. Aprenden mucho el uno del otro y Merlina le confía los secretos más oscuros de la civilización plateada.
Pero el tiempo se agota para Lucio, no puede quedarse para siempre. Pero no puede decírselo a Merlina, la mataría el saber. Entonces huye.
Merlina ve como se escapa y va tras él. No va a permitir que él escape, no con todo lo que sabe.
Intenta detenerlo, pero él se resiste. Devela su verdadera cara, la que oculta bajo el casco. Ahora es un ser destructor, que lo destruye todo a su paso.
Merlina observa como el cielo se cae en frente suyo, como el ser que había caído de él hace unos días termina con la brutal labor.
No puede creerlo, todo estaba perdido, recuerdos y secretos.