miércoles, 21 de marzo de 2012

sábado, 3 de marzo de 2012

Clara (Clarissa)

A veces siento como que es medio al pedo que tenga un blog. Por que, digamos la verdad, no soy de esa gente que le pasa cosas interesantes. Como Clarissa.
La vida de Clarissa es tremenda. Clari sale de su casa, en pleno centro de capital, y ya se expone a miles de situaciones locas. Por ejemplo, hoy salió a comprar el pan. Para eso salió a la calle y doblo a la izquierda. Caminando, claro. Porque Clarissa es de las que piensan que los autos contaminan ¿Les conté que es vegetariana también? Esa me parece una idea tonta. Es decir, los vegetales también son seres vivos, pero ya me fui por las ramas. ¿Dónde estaba? Ah sí, Clarissa.
Clarissa sale, un día de tranquila lluvia tras la tormenta del día anterior. Va a comprar el pan a la panaderia que le queda a cinco cuadras. Cinco cuadras, y en cada una una historia.
En la primera cuadra las cosas no iban bien. El tráfico estaba detenido, quien sabe porqué, y el ruido de bocinas era intolerable. Clarissa no sabe definir qué bocinas eran las que protestaban por la demora y qué bocinas oficiaban como vulgares piropos para las peatones de falda corta. Hasta el perro que siempre la sigue por la calle estaba molesto y ladraba sin parar. El tránsito era tal que ya había llegado uno de los helicópteros del noticiero a transmitir la escena. Clarissa supuso que habría algún accidente más adelante.
En la segunda, Clarissa y el perro se detuvieron a escuchar a un artista callejero que tocaba el violín bajo el toldo de una verduleria. Uno creería que con tanta bocina sonando no se iba a notar el débil sonido de un violín. Pero Clarissa notó cuan apasionado se veía el hombre tocando, que aún así se detuvo a escuchar. Y sí, no se escuchaba nada. En lo más mínimo. Pero ya vieron como es Clarissa y su amor por el arte. Lo felicitó, mientras buscaba un billete en su monedero. El artista se levantó de su sillita, le sonrió y se acercó a ella. Le acarició la cara su poco limpia mano izquierda y le dijo que era hermosa. Acto seguido,trató de manosearla. Basto un solo golpe con el paraguas verde de Clarissa para que el vagabundo entendiera que ella no era su tipo. Y algún rasguño del perro, tal vez.
En la tercer cuadra estaba el Banco. A mitad de cuadra, más explicitamente. Clara ya se la venía venir mala cuando notó que lo que obstruía el transito era un operativo policial. Había hombres con armas, una ambulancia y un señor con bigote desviando el transito más adelante. Clarissa pasó, con indiferencia, por el quilombo. Entre las voces desesperadas y bocinas creyó escuchar que dentro del banco había una toma de rehenes. ¿O un par de trenes? ¿O alguien haciendo los deberes? Bueno, algo de eso. Cuando intento cruzar la detuvieron un par de veces los policias, pero consiguió pasar.
En la cuarta cuadra su acompañante canino parecía haber enloquecido. Correteaba a su alrededor, saltaba, movía la cola y ladraba. Ni cuando se largó la lluvia fuerte dejó de molestar a Clarissa, quien solo se preocupó por abrir su paraguas y no mojarse mucho. Eso no la libró de las molestias del perrito, hasta que el animal se detuvo un momento a juguetear con un niño de 5 años que chapoteaba en un charco. "Gracias a dios" pensó Clarissa.
Ya en la quinta cuadra estaba la panadería. Por fin había llegado! Luego de caminar bajo la lluvia, con el ruido de las bocinas, el vagabundo atrevido y un perro correteandole al rededor; la panadería parecía el lugar perfecto. Olor a pan recién horneado, el calorcito que emanaba el horno, la amabilidad del panadero. Ordenó el medio kilo de pan que quería y un par de facturas. Pero... oh oh, no tenía con qué pagar. Ella juraba que tenía su monedero floreado en algún bolsillo de su piloto amarillo. Pero ¿dónde estaba ahora?. Comenzo a dar vueltas por la panaderia, a ver si se le había caído o algo. Entonces ahí, su amigo canino empezó a ladrar nuevamente. Y allí estaba, tras la puerta de la panadería, el perro empapado por la lluvia con el monederito floreado en la boca. ¡Por eso ladraba tanto! La cosa era saber cuando se le había caído...
¿O cuándo se lo sacaron?...



En fin, no me voy a molestar en contarles quien le sacó el monedero a clarissa, después de todo, esta historia no pasó. Clarissa es ficticia y su vida interesante también. Pero, a qué no sería divertido tener un día, no, una mañana, tan interesante como la de Clarissa? Digo, por lo menos para poder contarle alguien.







Sí, fue el vagabundo. Y Clarissa después fue a su casa y usó el pan para las hamburguesas. Les mentí,, no es vegetariana.