jueves, 18 de abril de 2013

"El Origen del Amor", Capítulo III: Yukiko

Si bien terminar con Georgia fue algo difícil, no afectó mucho mis ánimos. A la semana ya estaba volviendo a la rutina de conocer, besar y olvidar. Era todo tan fácil para mí. Tenía tácticas infalibles para que las chicas cayeran a mis pies. Nunca nada salía mal. Pero, como siempre en la vida, una vez que fallé.
Esa vez fue en una fiesta organizada por los chicos del último año. Fuimos con los mellizos Thomas y Emilia, Selena y Pablo. La fiesta era para mayores, pero Emilia salía con alguno de los organizadores, y eso nos ayudó a pasar sin problemas. A Tom no le agradaba para nada la situación: Era muy celoso de su hermana y se ponía fastidioso y violento cada que la veía con alguien. Dentro de un par de capítulos contaré cómo sufrí las consecuencias de esto.
 El lugar estaba muy lleno de gente. Música fuerte, tragos variados, buenos amigos. La noche perfecta.
 Lo primero que hicimos al entrar fue ver a Emilia alejarse con el muchacho con el que salía.
- Dios, es tan puta... -Se quejó Thomas. Pero no oí lo que dijo después porque Pablo ya me había arrastrado al centro de la fiesta.
- No tengo ganas de escucharlo, que se lo fume Selena. Vení, recién pasaron dos rubias, se fueron para allá.-


Salimos en busca de las rubias que había visto mi hermano, que hasta el día de hoy sigo creyendo que se las imaginó. Mientras recorríamos la pista paramos en la barra a comprar unos tragos. Y la vi.

Pálida, cabello negro y largo por la cintura, labios rojos y ojos negros en forma de almendra. Una belleza oriental, envuelta en un vestido rosa de seda, sentada en un taburete sola. Tenía que ser mía.
Compré dos Sex on the Beach y me acerqué a ella sin siquiera avisarle a mi hermano.
- No entiendo mucho de moda, pero creí que esto tal vez te combinaría con ese vestido. -Mentía, ya sabía que eso combinaba. No había nadie con más estilo que yo en esa fiesta. Ni en el mundo. O eso creía- Hola, soy Miguel, y creo que sos la chica más linda en esta sala.
 Agarró el vaso con su mano izquierda, pero no tomó de él.
- Hola, me chamo Yukiko -Me dijo.- Y cho... emm... no me caes bien-
Su marcado acento delataba su origen oriental.
- Ah, ¿no?... ¿Y porqué es eso?
- No sé, no paleces bueno - Me dio la sensación de que no entendía el español muy bien. Aún así, sonaba muy segura de lo que decía.
- Está mal prejuzgar, ¿sabías? - Me encantaba que sea así de fría, de indiferente.Todavía ni me había dirigido la mirada- Me podés mirar, eh. No te voy a morder si no querés.
 Mi simple y tonta insinuación hizo que se molestara y levantara. Mientras se alejaba me di cuenta que me encontraba ante mi primer fracaso. Una mujer extranjera, sola, presa fácil; me  había rechazado sin pensárselo dos veces. Siempre supe que llegaría el día que alguien lo haga, pero también creí que ese día iba a ser distinto...
 Creía que el día del primer fracaso iba a ser algo muy doloroso, y difícil de sobrellevar para mi enorme ego. Pero cuando vi a Yukiko, y su cola perfecta, alejarse sin mí, me sentí sorprendentemente bien. Demasiado bien, diría. Disfrutaba esa nueva y extraña sensación del rechazo, de no verme relacionado con nadie en lo más mínimo. No digo que ahora me guste ser rechazado, pero estaba bueno cada tanto.
 Cuando ya la había perdido salí en busca de mi hermano, quien seguía tratando de encontrar a las rubias imaginarias.
- Yo las vi, te juro. Estaban buenísimas, no pudieron haberse ido.
- Ya fue, Pablo, vamos a buscar a los chicos. Tengo ganas de bailar.
- ¿Y ahora qué te pasa?
- Nada, tuve un revelación. Pero estamos de fiesta, otro día filosofamos.

Esa noche no estuve con nadie, y fue una de las mejores noches de ese año. Tampoco volví a cruzarme con Yukiko jamás, pero la recuerdo con cariño aún así. No había cumplido 16 aún, tendría toda una vida para protestar por el rechazo de una chica linda.