domingo, 17 de marzo de 2013

"El origen del amor" Capítulo II: Georgia

 Todos creían que su nombre era Georgina, y así la llamaban. Pero yo sabía bien que no, que su nombre era Georgia Bianco, lo que era un tanto irónico, porque su piel era oscura como el café.
 La conocía del colegio, iba a mi clase y era bastante tímida. No solíamos hablar, ella se sentaba muy cerca del pizarrón y yo bien al fondo, con mi hermana, mi hermano y unos amigos. Tampoco teníamos los mismos intereses. Ni los mismos amigos. Ni nada en común. Eramos invisibles el uno al otro, totalmente.
 Pero el destino quiso que nos cruzaramos...

 Todo empezó en la época en la que yo iniciaba mi primer trabajito: dar clases clases de apoyo de idiomas - tenía 15 años y necesitaba un par de monedas para comprarme otra guitarra -. Una mañana recibí el llamado de quien sería mi primer alumna. Y mi primer "amor".
Me dijo que tenía problemas con el inglés y que quería empezar esa misma tarde porque en la semana tenía examen. Le di mi dirección, acordamos una hora y la esperé.
Cuando sonó el timbre y abrí la puerta, me sorprendí al ver una cara conocida; y me pregunté a mi mismo porqué nunca antes le había prestado atención: Era hermosa.
- Ey, ¿Nos conocemos? - Pregunté.
- Soy Georgia, vamos juntos al colegio. - Me respondió tímidamente. Tenía una voz muy dulce- Pero creo que no nos hablamos mucho.-
- Hasta hoy -Pensé. Y no sé si no lo dije en voz alta.
No tardé en sacar mi material de galán de la galera. Combinaba absurdas explicaciones sobre gramática con fragmentos de charla casual. Y alguna que otra insinuación. Su piel era oscura, pero eso no evitó que notará cómo se ruborizaba. Para cuando terminó la tarde estábamos besándonos en el sillón de mi living.

 Georgia marcó un antes y después en mi vida amorosa. Yo estaba acostumbrado a tontear con chicas sólo por un rato, después las olvidaba. Y jamás había tenido problema por ello, ellas también parecian olvidarme. Pero Georgia fue distinta. No pude olvidarla de un día para otro, y creo que ella a mi tampoco. La veía en el colegio y quería hablarle, pero algo en mi cabeza me lo impedía; talvez mis principios de mujeriego, o talvez la vergüenza. Fuere lo que fuere, a ella no le pasaba igual.
 Esa semana tuvimos el exámen de inglés para el que yo la estaba preparando. Cuando salí del aula ella me estaba esperando en la puerta. Era tan extraño verla vestida de colegio y sin maquillar, pero aún así bella. Enserio, ¿cómo es que antes no le había prestado atención?
- ¡Estoy segura de haber aprobado! - Me contó, entusiasmada- ¿A vos cómo te fue?
- A mí, y a los que estaban sentados alrededor, seguro que bien. - No era un chico de buenas notas, pero en las materias que me iba bien, me gustaba ayudar al resto.- Igual, tampoco era muy difícil...
- No, pero igual fuiste de gran ayuda. Gracias
- Ah, sí... De nada. - Aquí hubo un silencio incómodo. Me vi obligado a romperlo- Bueno, emm... yo ya terminé por hoy. Si ves a mi hermana decile que ya me fui a casa.
- ¿Te vas a ir sólo? Yo te acompaño -Se ofreció. Y me miró tan dulcemente que creí que mi corazón se empalagaba
- ¿Segura? Mirá que es un poco lejos y te queda a trasmano y... -No quería ponerle más escusas. Quería que me acompañara y pasar tiempo con ella. Pero no podía ser tan directo, tan débil.
- No me molesta, en absoluto.
Nos tomamos de la mano y caminamos hasta mi casa.

Las semanas que siguieron a ese encuentro fueron maravillosas. Llegaba temprano al colegio para poder verla antes de la clase; abandoné el asiento del fondo junto a mi hermano Pablo para sentarme junto a ella; pasamos los recreos juntos; y, al final del día, nos íbamos juntos, cada cuál a su casa, pero juntos. Pero pronto algo comenzó a fallar.
 Ese algo surgió una tarde, cuando volvíamos del colegio. Todo era normal al principio: caminamos hasta la esquina donde ella tomaba su colectivo, como siempre; nos saludamos con un beso, como siempre; bromeó con mis rulos, como siempre. Pero, entonces, ella metió la pata...
- Dicen que los colorados son yeta - Dijo acariciando mis rulos. Era muy pelirrojo en esa época.
- Eso puede explicar varias cosas... - Me reí - Igual, pensaba en oscurecerlo
- ¡No! A mí me encanta así como esta. - Me prohibió. A lo lejos se veía como avanzaba un vehículo azul, enorme.- Ahí viene mi colectivo.
- Me voy yendo entonces. Está haciendo frío. Chau -Y le di un beso. Y ella pronunció las dos palabras que desvirtuaron nuestra relación
- Chau, mi amor.

MI AMOR. Esas dos palabras resonaron en mi cabeza durante horas. ¿Cuándo fue que nos enamoramos? ¿Estábamos enamorados? Un par de semanas antes no nos conocíamos, ¿y ahora eramos NOVIOS?
Los días que siguieron a ese momento traté de evitar a Georgia, pero me fue imposible. Ella insistía en caminar por los pasillos del colegio a mi lado, en decirme cosas lindas siempre que encontraba oportunidad, en hacerme regalos y en presentarme ante sus amigas como su "novio". Pero eso no era lo malo, lo malo era que yo lo disfrutaba. Me gustaba esa sensación de tener a alguien. Alguien para mí. Una chica que se preocupara por mi y le gustara estar conmigo. Que no se aburriera de mí. Y que me quisiera de la forma que Georgia me quería. Pero también tenía 15 años, me aterrorizaba la idea de compromiso, era un tarado.
Estaba una noche debatiendo mentalmente sobre esta situación cuando sucedió el evento que me ayudó a abrir los ojos.
Eran cerca de las 4am, viernes. En casa sólo faltaban Selena y Pablo, que habían ido a una fiesta. Yo iba a acompañarlos, pero preferí quedarme en casa a despejar mi cabeza. Y entonces sonó el timbre.
Bajé al living a abrir la puerta, sin saber que lo que vería tras ella iba a cambiar mi forma de pensar.
Eran mi hermano Pablo; y los mellizos Thomas y Emilia, nuestros mejores amigos del colegio; y entre los tres venían cargando a Selena, que estaba tan borracha que hoy en día seguimos bromeando sobre ello. Estaba casi inconciente, no podía caminar y estaba cubierta en vómito. Me reí a carcajadas.
- Podrías ayudar también - Me retó Pablo. Era dos años menor, pero mucho más maduro que yo. Tomé a Selena por los hombros y observé que tenía el cuello lleno de chupones.
- Parece que Tom se divirtió mucho hoy- Bromeé. Sabía que el chico le tenía ganas a mi hermana desde siempre.
- Uno es mío, pero los otros no sé de dónde salieron - Se río. Yo también, pero esperaba que sea una broma.
Dejamos a la borracha dormir en el sillón y fuimos a la cocina a que me pusieran al tanto de todo. Y ahí me di cuenta, mientras escuchaba las anécdotas de borrachos, de fiesta, de amigos. Ellos habían salido a pasarla bien, y yo me había quedado a pensar a en una chica. Sólo. Pensé en todo lo que me había perdido esas últimas semanas por estar atrás de una chica, y decidí que no me perdería más nada. Tener novia era una situación hermosa, pero ya habría tiempo para eso en el futuro. Tontear con mis amigos soanaba mucho mejor. Me sentí la peor persona del mundo pensando así, pero era la verdad.

Esa misma tarde me vi con Georgia y terminé con todo. No voy a detallar cómo, todavía lo recuerdo como uno de los momentos más feos de mi adolescencia. No volvimos a hablarnos después de esto. La veía en el colegio todos los días, pero habíamos vuelto a fingir que el otro no existía.
Pero otra vez el destino quiso que nos encontráramos; y Georgia es ahora la mejor amiga de la mujer con la que me caso en unas horas. Y nuestra drama de honor.

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